#4 - Sobre la personalidad de una organización
Ana María Echeverry | Directora de Comunicación, Cultura y DEI (LinkedIn)
Anita es una líder cargada de sabiduría corporativa. Pocas personas saben el “detrás de cámaras” de gestar grandes cambios organizacionales mezclando visiones, estrategias, focos, conversaciones de todo nivel y la complejidad cultural emergente. Pues Ana es una de ellas, te la presento, es una maestra canalizando todas las energías necesarias para mover la cultura, el cambio y la innovación. Leer su blog será un despertar de conciencia acerca de cómo leer y adaptar la cultura a necesidad.
Sobre la personalidad de una organización
Cuántas veces has pasado por un proceso de selección y desde la primera entrevista piensas: “uy, ojalá no pase a la siguiente fase” o por el contrario llegas a tu encuentro inicial y dices “me siento como pez en el agua, este es el lugar para mi”… y es que aunque tengas una idea pre-concebida de esta organización, hayas estudiado su página web para conocerla a detalle o hasta hayas visto su evolución mediante redes sociales, sólo al tener contacto directo con sus colaboradores, sus instalaciones o sus procesos (así sea sólo el de selección), ya vas teniendo una idea de ”cómo son” o “cómo se hacen las cosas allí”
Aquí entra en juego ese conjunto de elementos que hace que haya clic – o no – con esa compañía, porque puedes empezar a ver con más claridad la manera en que todos se tratan allí, la velocidad con que toman la decisión de escogerte (y a la vez tú a ellos, porque este es un acto en dos vías), empiezas a ver lo que desde Talento Humano denominamos Cultura.
La cultura puede ser un concepto complejo, porque es todo lo que una organización “ES”, pero cuando estás allí, adentro, es muy difícil identificarla o hasta describirla, pues una vez has encajado en el sistema, ya no eres tan sensible a esos detalles y comportamientos. Simplemente, para ti, se convierte en la normalidad que vives día a día.
En otras palabras, la cultura es como la personalidad de una compañía, operada por todos sus colaboradores o empleados, quienes comparten explícita o tácitamente ese conjunto de valores, esa forma de tomar decisiones, esos sistemas para incentivar lo que está bien y rectificar lo que no, esa forma de interactuar entre todos, y muchas otras cosas más que componen los rasgos que en conjunto le dan vida a una personalidad común.
Y así como para los individuos es difícil cambiar aspectos de su personalidad que a lo mejor no son tan adecuados para lograr sus propósitos en la vida ¡Imagínate lo que implica para una compañía cambiar su cultura para poder adaptarse a su entorno y alcanzar sus resultados! No es un reto menor, veamos un ejemplo:
Digamos que eres una persona impaciente. Ese es un rasgo típico en tu vida, desde tu niñez, te cuesta interactuar con personas que no comparten tu sentido del tiempo, pero por el otro lado esto te ha convertido en una persona bastante puntual… ¿Está bien o está mal ser impaciente? Sólo tú sabes en qué momentos éste es un rasgo que te lleva a cumplir tus objetivos o si es un obstáculo para tu estilo de vida, tu profesión y tus relaciones.
Ahora pensemos que una empresa como rasgo cultural declara que “es muy cuidadosa al tomar riesgos”: todos allí saben que al momento de decidir es mejor jugar a lo seguro, que el error se ve como una fuente de vergüenza, pero a la vez se tiene un altísimo sentido del impacto que cada acción puede tener en sus clientes, lo que los lleva a ser cuidadosos y revisar varias veces cada proceso... ¿Está bien o está mal?
Ninguna de las anteriores, porque la cultura realmente no es buena ni es mala… es la que te permite mantenerte y crecer como compañía en un entorno con características particulares, por lo que tal vez para una empresa de bungee jumping está muy bien extremar las medidas de cuidados para no tomar riesgos (a la final es por lo que un deportista extremo la escogerá por encima de otras), mientras que si estás en una startup de tecnología, tal vez el equivocarte mucho sin pensar demasiado en los riesgos, es lo que te llevará a crecer y desarrollar tu negocio rápidamente.
Pero no todo está perdido, porque la cultura, así como la personalidad, no es algo fijo: la buena noticia es que siempre se pueden hacer ajustes – eso sí, con una dosis extra de conciencia, liderazgo, autorreflexión, voluntad de cambio y constancia – para poder adaptarse de mejor manera a los momentos de vida, responder a lo que el entorno y el mercado exige, o a lo que los clientes esperan, para que, la Compañía (manteniendo la esencia particular) pueda instaurar nuevos patrones que le permitan moverse con fluidez hacia dónde quiere llegar.
En otras palabras, siempre será necesario evaluar constantemente la cultura para identificar si realmente está apalancando la estrategia organizacional; de lo contrario, es mejor emprender el camino de introspección y ajuste para modificar aquellos rasgos que ya no son los adecuados para alcanzar los KPI´s de forma natural y fluida.
Con este ciclo continuo de análisis y ajuste, estaremos facilitando la sostenibilidad de los negocios en el tiempo y especialmente generando un entorno donde sus integrantes pueden crecer y desarrollarse de manera que, tanto el que apenas ingresó como el que lleva 20 años allí, sientan que sus propósitos individuales, sus valores personales y sus aspiraciones se alinean con los de todos en la Compañía.